La pregunta filosófica en la enseñanza o 27 tesis sobre la necesaria ignorancia (estupidez) del enseñante


Heinz Eidam
Traducción: Félix García Moriyón
Zetischrift für Didaktik der Philosophie, heft 3/93. Págs. 203-204
No existe la pregunta (fragestellung) filosófica, sino que toda pregunta (fragestellung) es filosófica.
Las preguntas que no plantean los alumnos mismos, no son preguntas para ellos.
Las respuestas que el enseñante da a preguntas que los estudiantes no hacen, no son respuestas.
Sólo se pueden buscar respuestas cuando se han planteado preguntas.
La tarea de la educación consiste también en encontrar preguntas, es decir, hacer que los estudiantes accedan a preguntas para poder buscar respuestas. (No es sólo fraudulento, sin también absurdo, plantear las preguntas a partir de respuestas ya dadas, o configurarlas de tal modo que  correspondan a respuestas dadas previamente: quien modela, hace trampas, o una mayéutica mal entendida).
Quien —especialmente si es profesor— pretende que conoce ya las respuestas, no sabe qué es una pregunta. (Podrá, sin duda, transmitir información, pero no enseñar. Enseñar no es prioritariamente transmitir contendidos de aprendizaje —eso también lo hacen las máquinas—, sino la tarea de hacer posible antes que nada una transmisión semejante. Si el saber es una forma de respuesta, entonces la existencia de preguntas es condición de la posibilidad del saber en general).
Toda pregunta que se puede responder de forma precisa es tan solo el remedio de una falta de información (Por ejemplo, ¿cuándo murió Goethe?).  Hay que decidir para qué preguntas será necesario contar con ese tipo de información.
Las preguntas para las que sólo se debe buscar una respuesta, no se responden tampoco con la información (por ejemplo, ¿por qué murió Ottilie?). Las informaciones son elementos constitutivos de las preguntas, no de su respuesta.
Sólo las preguntas que siguen presentes en la respuesta (Ottilie murió de anorexia), en la medida en que las respuestas son las palabras  que se presentan para hacer frente a las preguntas, pueden convertirse en algo fructífero en una situación de aprendizaje: mayéutica correctamente entendida.
Una situación de aprendizaje surge sólo cuando quien enseña y quien aprende se encuentran en la misma situación: frente a un tercero, el objeto.
Una situación de aprendizaje se da sólo cuando ambos, quien enseña y quien aprende, se encuentran en igualdad de condiciones respecto a lo que se debe aprender, es decir, ponerse de acuerdo respecto a una pregunta (por ejemplo, ¿por qué murió Ottilie de anorexia?)
En tanto que una situación tal es imposible debido precisamente al saber aventajado  del enseñante, no puede una situación de aprendizaje consistir en una simple transmisión de conocimiento (informaciones) planteada ya desde el principio de forma  asimétrica.
Mantienen una posición de igualdad el enseñante y el educando sólo en la medida en que se encuentra en la situación de ignorancia, es decir, se enfrentan a una pregunta.
Además debe quedar muy claro para el enseñante que él es siempre más ignorante de lo que pretende saber y que los educandos saben siempre bastante más que lo que saben.  (Le interesa igualmente al enseñante ser un educando).
En concreto: una situación de aprendizaje debe otorgar prioridad a la pregunta, no a la respuesta, esto es, el que enseña debe ser capaz de retroceder al otro lado de las respuestas que están a su disposición para poder volver sobre todo a las preguntas que provocan una situación de aprendizaje.  Esa ignorancia no es una falsa ingenuidad que se imagina ya en posesión de la respuesta y en ese sentido es un método falso. El que enseña debe  poder admitir que su ignorancia (su no-saber) no es simplemente algo fingido y que en tanto que fingimiento sólo  puede ser un engaño del estudiante.
Sólo el no-saber del enseñante que —socráticamente— se basa en el saber (doxa), puede con sus preguntas entrar en contacto con el estudiante, quien —sin duda sólo desde su perspectiva— todavía se encuentra antes de su saber.
El punto de partida de una situación de aprendizaje es también un doble no-saber: el punto en el que la ignorancia del enseñante se cruza con la del que aprende.
 En concreto: un enseñante que, por ejemplo, cree saber lo que es el lenguaje (o el arte, o la luz, o la técnica), simplemente porque piensa que ha encontrado la respuesta en forma de una teoría de la que puede disponer, la cual sirve para ser transmitida, ese enseñante no ha entendido nada de su objeto, precisamente porque parte de la respuesta. Se trata más bien de partir de una pregunta sobre lo que es el lenguaje, es decir, de un no-saber, para poder buscar las posibilidades de respuesta y, si se diera el caso, analizar las respuestas ya dadas.
También las teorías científicas son en primer lugar sólo respuestas posibles: sólo siguen siendo discutibles las respuestas posibles.
Sólo en lo que sigue siendo discutible se mantiene viva la pregunta.
Sólo si puede renacer la pregunta en cada respuesta, puede también la respuesta conservar su relación con la pregunta y, por tanto, con una situación de aprendizaje.
Un método es un rodeo que no hay que evitar sobre las posibles respuestas. Esto es, su camino es el círculo, volver a las posibles respuestas a la pregunta por su posibilidad.
La didáctica se basa en la idea de que las preguntas más elevadas y definitivas se encuentran resueltas en las triviales. Es decir, desmiente la conexión sólo aparente de las preguntas más profundas y las respuestas más elevadas. Ninguna pregunta es más profunda que la que se plantea cuestiones triviales (por ejemplo, ¿Por qué existe algo y no la nada?)
Para una didáctica que hace transparente su método, las preguntas prohibidas por las didácticas centradas en la evaluación se convierten en punto de partida y eje de la situación de aprendizaje: ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Para qué?
Su objetivo más importante es el origen de la pedagogía en general: poner al estudiante en condiciones de (o hacerles adquirir el valor de) pensar por sí mismos.
Sólo quienes saben preguntar saben también pensar. Los enseñantes que se imaginan estar en posesión de respuestas ya concluidas, dejan de pensar ; y los estudiantes que reciben las respuestas ya dadas —aunque sea bajo como pseudopreguntas— aprenderán eso, y por eso no aprenderán nada más. (Responder las preguntas tontas de la forma más inteligente posible y plantear preguntas de la forma más inteligente posible a respuestas tontas, es una y la misma cosa: la consumación del pensamiento filosófico.
En esa medida, no existe la pregunta (Fragestellung) filosófica, sino que toda pregunta (Fragestellung) es, si es una pregunta, filosófica: la renuncia al empeño de permanecer  ignorante, que según Odo Marquard no es otra cosa que la misma razón humana, comienza siempre con preguntas tontas. 

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